TEXTOS
TAOÍSTAS
Selección,
C. del Tilo
Traducción, J. Lohest
Lo que se
enseñó es la doctrina tradicional,
viga maestra que
la muerte no alcanza.
Me aplico en
actuar según los Padres de la tradición.
Lao-Tsé
Presentación
Ofrecemos al lector una selección
de textos pertenecientes a los tres máximos representantes del
taoísmo: Lao-Tsé, Li-Tsé y Choang-Tsé, los maestros de la
tradición china que vivieron entre los siglos VI y IV a. de C.
Del primero de ellos, Lao-Tsé, llamado Viejo Maestro (570
a. de C. - 490 a. de C.) sabemos muy poco, pues borró las
huellas de su paso por esta vida de forma deliberada, cosa común
a muchos de los sabios que en el mundo han sido. Otro tanto hizo
Li-Tsé, de quien dice la tradición taoísta que vivió
pobre y desconocido, aunque antes de morir, sus discípulos
recopilaron por escrito lo esencial de su enseñanza, en el año
398. Como los anteriores, Choang-Tsé vivió igualmente sin dejar
casi rastro de su existencia. La tradición taoísta afirma que,
de los tres, sólo Lao-Tsé escribió. Tres autores y una sola
doctrina, de difícil asimilación en el Occidente
judeocristiano, en primer lugar por la dificultad que supone
enfrentarse a un texto escrito en una lengua que representa las
ideas y los conceptos abstractos por medio de imágenes.
Sin embargo, una obra inmortal
actúa siempre, y el espíritu que la inspiró puede también
inspirar al buscador de hoy, puesto que la Verdad es una, y las
diferentes tradiciones de la humanidad se asemejan mucho más
entre ellas de lo que una visión exterior podría suponer. He
aquí un breve ejemplo: el término chino king (Tao Te
King) designa originariamente un tejido o trama,
pero también libro y libro sagrado. Lo mismo
ocurre en el latín, pues textus significa tanto tejido
y trama, como texto o narración, y ambos
proceden de texo, tejido, trama.
Hemos querido ocuparnos del
taoísmo porque sus textos exhortan a la búsqueda radical de
Dios en este mundo, de ahí que sea una doctrina estrictamente
esotérica que, como decía Louis Cattiaux, enseña la
coagulación, y no sólo la disolución separadora. No puede ser
pues, una religión, sino una Escuela en la que de nada sirven
fórmulas y rituales: todo es vano e inútil excepto el efectivo
conocimiento del Tao.
Su sabiduría se opone
diametralmente al saber de este mundo, pues elogia lo inútil, lo
despreciable, lo inexpresable, lo que atenta contra la razón.
Esta forma oriental de hermetismo se presenta como una ascesis
que trastorna nuestros valores y costumbres, en la que no tienen
plaza la moral mundana ni nuestra buena voluntad particular. El
taoísmo arruina por igual el discurso de los místicos y el de
los intelectuales: se trata de hacer no haciendo, de actuar
reposando, de llenarse vaciándose; hay que robar el cielo y
unirlo a la tierra. Los Adeptos de todos los tiempos comprenden
el lenguaje de esta sabiduría, que hoy presentamos a nuestros
lectores.
TEXTOS TAOÍSTAS
(extractos)
La naturaleza da
lecciones,
pero no recibe ninguna.
El
Mensaje Reencontrado I,
Pasar por loco,
incapaz, perezoso o idiota y
no afligirse por
ello, se parece a la sabiduría.
El Mensaje
Reencontrado V, 58
Fragmentos de Lao-tsé
El hombre vulgar es rico (de
conocimientos variados), mientras que yo soy pobre (habiendo
dejado toda cosa inútil) e ignorante, de tanto haberme
purificado. Ellos aparecen llenos de luces, y yo oscuro. Ellos
buscan y escrutan, yo permanezco concentrado en mí mismo.
Indeterminado como la inmensidad de las aguas, floto sin cesar.
Ellos están llenos (de talentos), y yo soy limitado e inculto.
Así, difiero del hombre vulgar,
porque venero e imito a la madre nodriza universal, el Principio.
*
Es de un ser de origen desconocido
que existió antes que el cielo y la tierra, imperceptible e
indefinido, único e inmutable, omnipresente e inalterable, la
madre de todo lo que existe.
*
El Principio no tiene nombre
propio. Es la naturaleza. Esta naturaleza tan escondida es más
poderosa que cualquier cosa. Si los príncipes y el emperador se
someten a ella, todos los seres se volverán espontáneamente sus
colaboradores; el cielo y la tierra, actuando en perfecta
armonía, derramarán un dulce rocío (el signo más fasto
posible); el pueblo será dominado sin violencia.
*
El Principio da la vida; su virtud
hace crecer, protege, perfecciona, madura, mantiene, cubre (todos
los seres). Cuando nacen, no los acapara, los deja actuar
libremente, sin explotarlos; los deja crecer sin tiranizarlos. He
aquí la virtud trascendente.
*
¿Por qué los antiguos
consideraban tanto el Principio? ¿No es porque es la fuente de
todos los bienes y el remedio a todos los males? ¡Lo que hay de
más noble en el mundo!
*
El cielo vuelve caritativos a los
que desea buenas cosas.
*
Poniéndose al servicio de los
hombres es como se los amaestra.
*
Lo que enseño (dice Lao-Tsé) es
de fácil comprensión y práctica y, no obstante, el mundo no lo
quiere comprender ni practicar.
Mis preceptos y métodos proceden
de un principio y de un procedimiento superior, el Principio y su
Virtud.
El mundo no reconoce el Principio
que me dirige, es por ello que no me conoce. Muy pocos me
entienden. Aquí está mi gloria. Me ocurre como al sabio, que es
desconocido por el hombre vulgar debido a sus ademanes groseros,
aunque tenga el seno lleno de piedras preciosas.
Fragmentos de Li-tsé
Li-tsé dijo: Cogidos por
separado, el cielo y la tierra no tienen todas sus capacidades,
un sabio no tiene todos los talentos, un ser no tiene todas las
propiedades. El cielo da la vida y cubre, la tierra proporciona
la materia y lleva, el sabio enseña y enmienda, los seres tienen
cada uno de ellos sus propias cualidades limitadas. El cielo y la
tierra tienen sus carencias respectivas que compensan
recíprocamente.
*
En el país de Tsoi, un tal Kouo
era muy rico. En el país de Song, un tal Hiang era muy pobre. El
pobre fue a preguntar al rico cómo había procedido para
enriquecerse.- Robando, le contestó aquel.- Cuando empecé a
robar, al cabo de un año tuve lo necesario, a los dos años tuve
la abundancia, a los tres, la opulencia y así me convertí en un
gran notable.
Aunque Hiang se confundió
respecto al término robar, no pidió más explicaciones. Colmado
de alegría, se despidió de él y se puso inmediatamente manos a
la obra. Saltando tapias o atravesándolas, se apoderaba de todo
cuanto podía. Prestamente arrestado, tuvo que devolverlo todo e
incluso perdió lo poco que poseía anteriormente, demasiado
feliz por haberse salido de forma tan leve del asunto. Convencido
de que Kouo le había engañado, le fue a pedir cuentas.
-¿Cómo te las arreglaste?
preguntó Kouo, asombrado.
Cuando Hiang le hubo contado sus
maneras... -¡Ah, dijo Kouo, no es con este tipo de robo que me
he enriquecido! Yo, según el tiempo y las circunstancias, he
robado las riquezas del cielo y la tierra, de la lluvia, de los
montes y valles. Me apoderé de aquello que había hecho crecer y
madurar los animales salvajes de las praderas, los peces y las
tortugas acuáticas. Todo cuanto tengo, lo robé a la naturaleza,
pero antes de que fuera de alguien; sin embargo, tú robaste lo
que el cielo ya había dado a otros hombres.
Hiang se marchó descontento,
convencido que Kouo seguía engañándole. Se encontró con el
Maestro del barrio del este y le contó su caso. -¡Pues claro!-,
le contestó éste; toda apropiación es un robo. Pues si el ser,
la vida, es el robo de una parcela de la armonía del ying
y del yang, con más razón, cualquier apropiación de un
ser material es un robo a la naturaleza. Pero hay que distinguir
entre robo y robo. Robar a la naturaleza es el robo común que
todos cometen y que no es castigado. Robar a alguien es el robo
particular que los ladrones cometen y que es castigado. Todos los
hombres viven de robar el cielo y la tierra y no por ello son
ladrones.
*
Seguido por una cuarentena de
discípulos, Li-Tsé fue a casa de Nan-kouo-tsé. Este estaba tan
perdido en la abstracción que fue imposible entablar cualquier
conversación. Echó sobre Li-Tsé una mirada vaga sin dirigirle
ninguna palabra, luego, dirigiéndose a los últimos discípulos,
les dijo: -Celebro que busquéis la verdad con coraje... No dijo
más.
Los discípulos regresaron muy
sorprendidos. Li-Tsé les dijo: ¿De qué estáis sorprendidos?
Aquel que ha obtenido lo que pedía, ya no habla. Lo mismo ocurre
con el sabio que calla una vez ha encontrado la verdad. El
silencio de Nan-kouo-tsé es más significativo que cualquier
palabra. Su aspecto apático encubre la perfección de la
ciencia. Este hombre no habla ni piensa porque lo sabe todo. ¿De
qué os extrañáis?
Fragmentos de Choang-Tsé
El maestro carpintero Cheu, en su
viaje en el país de Tsí pasó junto al roble que sombreaba el
cerro del genio del suelo, en Köiu-yuan. El tronco de este
famoso árbol podía esconder un buey. Se elevaba recto a ochenta
pies de altura y esparcía unas ramas maestras, en cada una de
las cuales se habría podido excavar una lancha. La gente acudía
por decenas para admirarlo.
El carpintero pasó junto a él
sin echarle ninguna mirada.
Pero, ¡mirad!, le dijo su
aprendiz. Desde que manejo el hacha jamás he visto una pieza de
madera tan hermosa. ¡Y ni se digna a mirarla!
He visto, dijo el maestro.
Inadecuado para hacer una barca, un ataúd, un mueble, una
puerta, una columna. Madera sin utilidad práctica. Vivirá mucho
tiempo.
Cuando el maestro carpintero Cheu
volvió de Tsí, pernoctó en Köiu-yuan. El árbol se le
apareció en sueños y le dijo: Sí, los árboles de madera
hermosa son talados jóvenes. A los árboles frutales se les
rompen las ramas con el frenesí de robarles los frutos. Su
utilidad les resulta fatal a todos. Asimismo, yo también soy
feliz de ser inútil. A los árboles, nos ocurre lo mismo que a
los hombres. Si eres un hombre útil, no llegarás a viejo.
A la mañana siguiente, el
aprendiz preguntó al maestro: si este gran árbol es feliz de
ser inútil, ¿por qué se dejó hacer genio del lugar?
Lo plantaron allí sin preguntarle
su parecer, dijo el maestro, y además le importa un comino. No
es la veneración popular que protege su existencia, sino su
incapacidad para las utilidades comunes. Su acción tutelar se
reduce a no hacer nada. Tal es el sabio taoísta, que es colocado
allí a pesar suyo y se abstiene de actuar.
*
Al producir los bosques, la
montaña atrae a aquellos que la despojarán. Al dejar gotear su
grasa, la carne activa el fuego que la asa. El canelero es
cortado porque su corteza constituye un condimento apreciado. Se
entalla el árbol de barniz para hurtarle su valiosa savia. La
casi totalidad de los hombres se imagina que ser juzgado apto
para algo es un bien. En realidad, lo que es una ventaja es ser
considerado inepto para todo.
*
Convertid el no-actuar en vuestra
gloria, en vuestra ambición, en vuestro oficio, en vuestra
ciencia. El no-actuar no desgasta. Es impersonal. Devuelve lo que
ha recibido del cielo sin guardar nada para sí. Es esencialmente
un vacío.
El hombre superior no ejerce su
inteligencia sino a la manera de un espejo. Sabe y conoce sin
acarrear atracción ni repulsión, sin que ninguna huella
persista. Siendo así, es superior a todas las cosas y neutro
respecto a ellas.
*
No, no alabaré a aquel que ha
violentado su naturaleza por la práctica de la bondad y de la
equidad. No alabaré a aquel que se ha dedicado al estudio de los
sabores o de los sonidos, o de los colores aún cuando fuera
célebre como U-eull, como Cheu-koang, como Li-Chou. No, el
hombre no es bueno por practicar la bondad o la equidad
artificial. Es bueno por el ejercicio de sus facultades
naturales. Aquel que sigue sus apetitos naturales utiliza
correctamente sus gustos. Aquel que escucha su sentido íntimo
utiliza correctamente su oído. Aquel que no mira más que a sí
mismo utiliza correctamente su vista. Aquellos que miran y
escuchan a los demás, fatalmente toman algo de las maneras y
juicios de los demás, en detrimento de la rectitud de su sentido
natural. A partir del momento en que se han desviado de su
rectitud natural, que tengan la fama de bandolero como Chee o de
sabio como Pai-i, poco me importa; a mi juicio no son más que
hombres desviados. Ya que para mí, la regla consiste en la
conformidad o disconformidad con la naturaleza. La bondad y la
equidad artificial son para mí tan odiosas como el vicio y la
depravación.
*
En el centro de todas las cosas y
superior a todas ellas, se encuentra la acción productora del
Principio supremo. El Principio supremo es único y se transforma
en acción productora. Trascendente y actuando sin cesar, es el
Cielo (el instrumento físico de la acción productora del
Principio). Por ello, los sabios adoptan como norma dejar hacer
al cielo sin ayudarle, dejar actuar la acción productora sin
interferir, dejar el primer Principio libre, sin pretender
platicar en su lugar.
*
Cheu-Choeng-koi se fue a visitar a
Lao-tsé y le dijo: he oído decir que eres un sabio y he
recorrido muchas tierras para venir a verte. He andado durante
cien días, hasta tener la planta de los pies callosa, y he aquí
que me percato de que no eres un sabio, pues haces conservar
indefinidamente los restos de tus comidas; has maltratado a tu
hermana porque las ratas hurtaron unas pocas legumbres.
Lao-tsé, con la mirada distraída
le dejó hablar y no respondió palabra.
Al día siguiente Cheu-Choeng-koi
volvió a casa de Lao-tsé y le dijo: ayer te culpé. Tu silencio
me ha hecho reflexionar. Te pido disculpas.
Hago tan poco caso de tus
disculpas como de tus reproches, dijo Lao-tsé. Me he desprendido
de todo deseo de hacerme llamar sabio, trascendente. Aún cuando
me tratases de buey o de caballo, no replicaría nada. Incluso si
lo que dicen es verdadero o si es falso, dejar hablar a los
hombres es ahorrarse la molestia de contestarles. Mi principio
consiste siempre en dejar decir. Mi silencio de ayer fue una
aplicación de ello.
Entonces Cheu-Choeng-koi pasó en
torno a Lao-tsé, evitando pisar su sombra; luego,
presentándosele cara a cara le preguntó lo que debía hacer
para enmendarse. Lao-tsé le contestó con repulsa: ¡Tú, ser
enmascarado cuyos ademanes y gestos denotan pasiones indómitas e
intenciones desviadas! ¿pretendes impresionarme y hacerme creer
que estás deseoso y eres capaz de cultura? ¡Ve, pues confío
tan poco en ti como en cualquier bandolero de fronteras!
*
El espíritu del sabio está
dominado por una idea única y fija, no intervenir, dejar
actuar la naturaleza y el tiempo.
*
Aquellos que conocen la naturaleza
no intentan expresarla con palabras; los que lo intentan,
muestran con ello que no la conocen. El hombre vulgar yerra
buscando en los libros de las verdades; no contienen sino ideas
trucadas. Un día, mientras que el duque Hoan de Tsoi estaba
leyendo en la sala alta, el carretero Pien estaba trabajando en
la confección de una rueda en el patio. De pronto, dejando su
martillo y su cincel, subió las escaleras, se dirigió al duque
y le preguntó: -¿Qué estás leyendo? -Las palabras de los
sabios, respondió el duque. -¿De los sabios vivos? preguntó
Pien. -De los sabios muertos, dijo el duque. -¡Ah! dijo Pien,
los detritus de los antiguos. Irritado, el duque le dijo:
Carretero, ¿en qué te metes? Apresúrate a disculparte o mando
que te sentencien a muerte. -Me disculparé como un hombre de mi
oficio, exclamó el carretero. Cuando fabrico una rueda, si lo
hago con poca intensidad, el resultado será débil; si lo hago
con mucha intensidad, el resultado será macizo; si lo hago, no
sé como, el resultado será conforme a mi ideal, una buena y
hermosa rueda; soy incapaz de definir este método; es un truco
que no puede ser expresado, hasta tal punto que no he podido
enseñárselo a mi hijo y a mis setenta años, para obtener una
buena rueda todavía es necesario que la haga yo mismo. Los
antiguos sabios difuntos cuyos libros estás leyendo, ¿acaso han
podido hacerlo mejor que yo? ¿han podido depositar en sus
escritos sus trucos, su genio, lo que hacía su superioridad
frente al hombre vulgar? De lo contrario, los libros que lees no
son, como he dicho, más que los detritus de los antiguos, el
desperdicio de sus espíritus, los cuales han dejado de ser.
*
La naturaleza no se modifica, el
destino no cambia, el tiempo no puede ser detenido, la evolución
no puede ser obstruida. Dejad que las cosas sigan su curso
natural y triunfaréis. Id en contra y fracasaréis.
*
El detentor de un excelente sable
de Kan-ue, lo conserva cuidadosamente en su vaina y sólo lo
utiliza en grandes ocasiones por temor a gastarlo en vano. ¡Qué
extraño! la mayoría de los hombres se esfuerzan menos en la
conservación de su espíritu vital que no obstante es más
valioso que el mejor filo de Kan-ue. Pues este principio de vida
se extiende en todo, desde arriba del cielo hasta abajo en la
tierra, en todas las transformaciones de todos los seres, y es
tan poco sensible que no puede ser figurado, confundiendo su
acción con la del Soberano (se entiende el Soberano cósmico, el
alma del mundo). Integridad y pureza conservan el alma e impiden
que se desgaste. En su estado de integridad y pureza entra en
comunión con la regla celeste.
*
El abandono de las preocupaciones
y de los asuntos conservan la vida, ya que este abandono preserva
el cuerpo del cansancio y el espíritu vital del desgaste. Aquel
cuyo cuerpo y espíritu vital están intactos y despiertos, está
unido a la naturaleza. Y la naturaleza es padre y madre de todos
los seres. El ser es formado por condensación y es deshecho por
disipación para convertirse en otro ser. Y si en el momento de
esta disipación, su cuerpo y su espíritu están intactos,
entonces es capaz de transmigrar. Quintaesenciado, se convierte
en cooperador del cielo.
*
Imaginemos una chalana que
atraviesa un río. Si una barca vacía, a la deriva, viene y
choca con ella, los marineros, aun siendo irascibles, no se
enfadarán, porque no hay nadie que ha entrado en conflicto con
ellos, puesto que la barca estaba vacía. Si por el contrario,
hay alguien en la barca, gritos e insultos saldrán
inmediatamente de la chalana. ¿Por qué? Porque ha habido un
conflicto de personas... Aquel que habrá podido despojarse
incluso de su personalidad, podrá recorrer el mundo entero sin
experimentar ningún conflicto.
*
Un subalterno no debe rebelarse
contra las decisiones de su superior. ¡Tanto más el deber de la
sumisión incumbe a cada hombre respecto al cielo!
*
El apogeo del ying
(condensado en la tierra) es la pasividad tranquila. El apogeo
del yang (condensado en el cielo) es la actividad fecunda.
La pasividad de la tierra ofreciéndose al cielo, la actividad
del cielo ejerciéndose en la tierra, de ambos nacieron todos los
seres.
*
Para llegar a conocer el
Principio, se debe ante todo no pensar, no reflexionar. Para
llegar a comprenderlo, no hay que tomar ninguna posición, no
hacer nada. Para llegar a alcanzarlo, no hay que partir de
ningún punto preciso ni seguir ninguna vía determinada... El
adagio dice: Quien sabe no habla; quien habla, enseña que no
sabe nada. El sabio no habla ni siquiera para enseñar.
*
Escuchad esta historia: Un hombre
tenía miedo de la sombra de su cuerpo y de la huella de sus
pasos. Para liberarse de ello, decidió huir. Pero cuanto más
pasos daba, más huellas dejaba. Por rápido que corriera su
sombra no le dejaba. Persistiendo a pesar de todo en creer que la
adelantaría, corrió tanto y tanto que acabó muriendo. ¡Qué
imbécil! Si se hubiera sentado en un lugar cubierto, su cuerpo
no habría proyectado ninguna sombra; si hubiera estado quieto,
sus pies no habrían producido huellas. Sólo habría tenido que
estar tranquilo y todos sus males habrían desaparecido.
*
No venerar a un anciano es no
respetar los ritos. No honrar a un sabio es carecer de juicio. No
inclinarse ante la virtud que irradia de otra persona es
perjudicarse a sí mismo. ¡Recuérdalo, ganso! Y si esto es
cierto para cualquier virtud, tanto más lo es para la ciencia
del Principio, por el cual todo lo que es subsiste, cuyo
conocimiento es vida y su ignorancia es muerte. Conformarse al
Principio proporciona el éxito, oponerse a él, el fracaso
asegurado. El deber del sabio es honrar la ciencia del Principio
donde la hallare. Ahora bien, este viejo pescador la posee.
¿Acaso podía no honrarle como lo he hecho?
*
Cantidad de recetas han sido
inventadas por diferentes autores para gobernar el mundo, cada
uno ha ofrecido la suya como si fuese la más perfecta. Sin
embargo, todas han resultado ser insuficientes. Sólo hay un
único procedimiento eficaz, dejar actuar el Principio sin
contrarrestarlo. Está por todas partes, lo penetra todo. Si los
influjos trascendentes bajan del cielo y suben de la tierra, si
existen sabios, es gracias a él, inmanente en el todo universal.
Cuanto más estrecha sea su unión con el Principio, más
perfecto será el hombre. Los grados superiores de esta unión
producen los hombres celestes, los hombres trascendentes, los
hombres superiores.
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